El Hijo de Dios siente amor por nosotros. Este sentimiento de afecto no es solamente por ser nuestro hermano espiritual sino porque él es Dios mismo. Por esta razón, Jesús, quiere para sus hermanos e iguales que en toda acción que vayamos a realizar demos lo mejor que de nosotros mismos, que sea honesta desde el fondo de nuestro corazón, pues de esta forma estaremos dando cuenta de aquel fruto que Cristo espera de sus hermanos los hombres.
Ningún creyente puede ni debe negar que somos hijos de Dios y, por tanto, hermanos de Jesús, ya que por dicha razón El entregó su vida por tal motivo es necesario agradecer tan gran manifestación de amor. Y es que nos amó hasta el extremo de dar subida por todos nosotros, sus amigos.
¿Qué quiero, mi Jesús?… Quiero quererte,
quiero cuanto hay en mí del todo darte,
sin tener más placer que el agradarte,
sin tener más temor que el ofenderte.
Quiero olvidarlo todo y conocerte,
quiero dejarlo todo por buscarte,
quiero perderlo todo por hallarte,
quiero ignorarlo todo por saberte.
Quiero, amable Jesús, abismarme
en ese dulce hueco de tu herida,
y en sus divinas llamas abrasarme.
Quiero, por fin, en Ti transfigurarme,
morir a mí, para vivir tu vida,
perderme en Ti, Jesús, y no encontrarme….