Muchas personas temen al envejecimiento, pues creen que a partir de ese punto su vida se habrá acabado y no podrán hacer más nada, sin embargo, esas personas no entienden que en la vida debemos envejecer para la Gloria de Dios, lo cual significa vivir y morir de forma que dejemos demostrado que todo lo que realizamos y conseguimos en nuestra vida fue para la gloria del Señor.
No solamente eso glorificar a Dios a través de los años de la vejez es estar tan satisfechos con todo lo que Él promete ser para nosotros en Cristo, es decir, el ser liberados de todos los anhelos vacíos y sin sentido que prometen otras personas. Todo lo contrario, lo que debemos hacer es reconocer que tenemos una conexión completa y eterna con Dios más allá del horizonte de la vida.
Oración de Guía
¡Señor! ¡Enséñame a envejecer! Hazme comprender que
la Comunidad no tiene la culpa si ya no me encomienda
responsabilidades ni pide mi opinión y ha llamado a otros
para que ocupen mi lugar. Aleja de mí el orgullo de la
experiencia vivida y la convicción de que soy necesario.
Que no me aferre únicamente a la ley del tiempo mientras
poco a poco me voy desprendiendo de las cosas y me dé
cuenta de que en este turnarse de tareas, descubro una de
las experiencias más interesantes de la vida que se renueva
bajo el impulso de tu Providencia.
Haz, oh Señor, que yo pueda ser útil todavía, contribuyendo
con el optimismo y la oración a la alegría y al entusiasmo de
quienes están de turno en las responsabilidades, viviendo un
estilo de vida humilde y sereno en contacto con el mundo en
continua renovación, sin quejas sobre el pasado, conviertiendo
mis sufrimientos humanos en un don de reparación social.
Que mi retiro de la vida activa se cumpla de una manera simple
y natural como un feliz ocaso del sol.
Perdona si solamente hoy, en la tranquilidad, logro comprender
todo lo que Tú me has amado y socorrido. Que al menos ahora
yo tenga viva y penetrante la percepción del destino de gozo
que me has preparado y hacia el cual me has encaminado desde
el primer día de mi vida.
Señor, ¡enséñame a envejecer así!
Amén